¿Pueden la leche y los huevos ser éticos?

La mayoría de nosotros intentamos no pensar en los animales que comemos. No deseamos saber dónde y cómo han pasado sus vidas, ni siquiera todo lo que han padecido durante el camino, y es muy poco probable que cualquiera de nosotros considere quiénes eran: si tenían una madre o amigos; si eran más tímidos o extrovertidos. Aquellos a los que el sufrimiento innecesario de los animales les preocupa, suelen hacerse vegetarianos, pero un número cada vez mayor de gente considera que el mismo sufrimiento que hay en la industria de la carne, se encuentra en la industria láctea y del huevo. Es simplemente menos visible.

 

La evidencia más obvia de que los animales murieron por su carne, está en nuestros platos. No podemos escapar de ella. Y aún así, cuando nos comemos un huevo – sobre todo si tienen el certificado de ecológicos- podemos apaciguar nuestras conciencias imaginando que la gallina que los puso, está ahora en un amplio campo tomando sol. Y cuando nos ponemos leche en el té o café, nos imaginamos que la vaca que nos dió la leche está disfrutando de sus días en el campo.

Pero no es así como la industria ganadera funciona.

Las gallinas ponedoras son de una raza concreta, deliberadamente criadas para que pongan cada vez más huevos y consuman la menor cantidad de alimento posible. Ahí es donde está el beneficio. En el Reino Unido, pero también ocurre en países de LATAM y España, la mayoría de los huevos provienen de gallinas que viven enjauladas (al contrario de lo que mucha gente cree, las jaulas no han sido prohibidas aún, y mientras algunas tengan un pequeño palo en el que posarse, considerarán su ambiente como “enriquecedor”), y muy pocos de las granjas ecológicas. En estas últimas granjas las gallinas tampoco viven a su gusto en sitios amplios, picoteando por donde quieran. Si el tiempo lo permite, pueden salir fuera, a un terreno sucio, que en cualquier caso, la mayoría de aves ni siquiera llega nunca a ver. Las gallinas son animales territoriales, y las que son más débiles, quizá nunca se atrevan a cruzar el umbral para salir a ver la luz del sol.

No importa el sistema – si ecológico, de jaulas, en suelo, o de gallinas camperas- esta industria oculta un oscuro secreto: los pollitos machos. Por cada gallina hembra que será seleccionada para poner huevos, habrá un pollito macho que no podrá. Será demasiado débil para ser criado para carne, así que la industria ni siquiera gastará alimento en ellos. Son asesinados el primer día de su vida: gaseados en el Reino Unido, y triturados vivos y conscientes en otras partes del mundo. Es un negocio despiadado.

La situación tampoco es mucho mejor para las vacas. Para que puedan dar leche – igual que todas las hembras de mamíferos- deben quedarse embarazadas primero, pero no quieren a sus terneros, quieren su leche. Si el ternero es hembra, será separada de su madre en apenas unos días y le darán leche de sustitución, para que la leche que su madre está produciendo especialmente para ella, pueda ser vendida. La ternera crecerá y seguirá los pasos de su madre en la cadena de producción, y como su madre, sufrirá las consecuencias de ser inseminadas una y otra vez, para parir y estar constantemente dando leche. Ella también habrá agotado su cuerpo a los 5 o 6 años y será desechada y enviada al matadero. Su hija la reemplazará y así seguirá el ciclo de producción láctea.

Para los terneros machos, su futuro puede ser incluso más corto y desolador. No pueden producir leche y no suelen ser adecuados para carne de vacuno. Algunos de ellos son criados para carne de ternera, mientras que otros muchos son asesinados de un tiro en la cabeza poco después de nacer, y todo porque queremos la leche que su madre tenía para él.

Tanto si el ternero es macho o hembra, la separación de sus madres es durísima para ambos. Se sabe que las vacas pueden estar durante días llorando la pérdida de sus cachorros, y muchas llaman desesperadamente a sus pequeños perdidos. La carga emocional es incalculable. Desechar a los terneros machos es lo rutinario tanto en las granjas que dicen tener los más altos estándares de bienestar como en las granjas industriales donde apenas pueden moverse en sus cubículos. Es la naturaleza de la industria.

Cambiarnos a alternativas más compasivas es muy fácil: podemos, por ejemplo, elegir leches vegetales para tomar con nuestro té o los cereales de desayuno, y reemplazar los huevos por sustitutos que encontramos en cualquier tienda vegana. No necesitamos productos animales para nada y cada vez más personas están eligiendo dejar de contribuir a tantísimo sufrimiento. Descarga nuestra Guía de Iniciación al Veganismo con todos los recursos e ideas que puedes necesitar.


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